Las antiguas rutas mayas y aztecas en México persistieron durante la Colonia, conectando regiones y estimulando la producción y el comercio.
Las rutas prehispánicas mayas y aztecas han resistido el paso del tiempo, dejando un legado que se extiende más allá de las eras. Estas rutas persistieron durante la Colonia, sirviendo como las arterias vitales de la nación.
El tejido de estas antiguas rutas se entreteje de norte a sur y de este a oeste desde la majestuosa Ciudad de México. El célebre Camino Real, un tramo destacado, se orientó hacia el norte, impulsando la minería y la ganadería. Hacia el sur, se abría camino hacia Huatulco, mientras que hacia el oeste, pasaba por Cuernavaca para culminar en el exuberante Acapulco.
Aunque los caminos de la República Restaurada eran precarios, su valor iba más allá de su construcción. Estas vías rudimentarias sirvieron como vínculos cruciales, conectando centros de producción en un país en desarrollo. Su precariedad no impedía su impacto, ya que impulsan el comercio y forjaron lazos sociales, culturales y políticos entre diversas regiones.
El entramado de caminos en México no sólo representa una red física, sino un testimonio vivo de la capacidad del ser humano para adaptarse y evolucionar. Las antiguas rutas mayas y aztecas, aunque transformadas con el tiempo, mantienen su esencia, vinculando el pasado y el presente de una nación diversa y vibrante.
En el siglo XXI, la red carretera nacional de México se extiende a lo largo y ancho del país, abarcando una asombrosa cifra de 407,958 km en 2020. La Red Carretera Federal y la red rural y alimentadora componen este intrincado sistema, proporcionando vitalidad a la infraestructura. De esta vasta red, más de 40,000 km son carreteras federales libres de peaje y más de 10,000 km son modernas autopistas.